El alojamiento son las cabañas típicas mongolas llamadas gers, muy cómodas y acogedoras que nos harán pasar un par de días de descanso. Me siento realmente afortunado de estar en medio de este paisaje, sin tener ninguna prisa, sin estar pendiente de coger un vuelo de vuelta a casa y simplemente haciendo vida en este privilegiado lugar perdido de Mongolia.
Hay actividades varias, como tiro con arco, montar a caballo, jugar a los huesos (vaya juego tan pésimo, aunque gane!) o visitar una auténtica familia nómada. Pero lo mejor sin duda es contemplar las vistas. Mongolia es el país con menos densidad de poblacion del mundo, con apenas 3 millones de habitantes para una superficie de más de tres veces España.
Hace bastante frío, pero contamos con leña para hacer fuego. También conocemos gente aquí, ya que en las comidas, desayunos y cenas nos juntamos en dos mesas, las mesas de los angloparlantes y la mesa de los orientales. Destacar a Mark, un ingles que lleva en este campamento un mes. Sí, ¡un mes! También dando la vuelta al mundo, aunque llegó a Shanghai, vio que hacia mucho calor y decidió volver a Mongolia un tiempo para después continuar. Otro personaje a mencionar es un tercer habitante en nuestro gers, un ratoncillo, conejo, hamster o similar. Por suerte finalmente descubrimos que era un animal conocido aquí... algo es algo.
El interior de un gers, junto al fuego, es el lugar ideal para escribir un poco en el diario del viaje, diario que avanza poco a poco y en el que todo tiene cabida.