Hoy me he levantado pronto, cosa muy, muy
extraña, para explorar un poco los alrededores. Tan pronto era que la mujer del alojamiento, una anciana realmente atenta,
simpática e inteligente, estaba aún preparando las ofrendas diarias. Destaco que dichas ofrendas son diminutas cajitas fabricadas con hojas que colocan en todas las puertas y caminos para detener el paso de los malos
espíritus, etc, etc. Es imposible caminar sin pisar varias en un
día, las dejan justo donde hay que poner el pie.
Buda,
Shiva,
Ganesha o el que corresponda me perdonaran, espero...
Coincidí con una pareja de japoneses (viajado y culto él y genial y divertida ella), un japonés solitario y una pareja de rusos (todo el
día bebiendo vodka como si fuera
zumito, el bigote lleno de nieve y fabricando armas nucleares. Es broma, es broma; eran
majísimos).

Visitamos templos varios. A estas alturas odio totalmente cualquier sitio con ventanilla de
tickets, aun
cuando la entrada ronda los 0,40 euros. Esta vez merece la pena si a uno le gusta el estilo de los muros, como es el caso.


No olvide purificarse,
aquí puede.

Uno de los volcanes de
Bali. Nublado, una vez mas.

El conductor y mas gente local. Por supuesto siempre sonrientes.


Este el templo mas grande de
Bali.



Y por ultimo, unas de las
muchísimas terrazas de arroz. Si las mas conocidas
están en China, hasta ahora las he visto mejores tanto en
Nepal como
aquí.

Cuando la japonesa vio mi
osito casi entra en
extasis. Le hizo unas cuantas fotos y él se dejó, al fin y al cabo le gusta.