28 de marzo de 2008

Buenos Aires. El maestro de tango

En Buenos Aires, tango por aquí, tango por allá, tango por acullá. En uno de los salones donde la gente va a bailar, llamado Maldita Milonga, que recomiendo, se concentran individuos de todo tipo. No contaré acerca de la colección de gestos, detalles y recovecos que conlleva la insinuación de la hembra y el posterior cortejo del macho, anteriores al baile en sí. Es tan laberíntico que dejo al lector lo reciba de manos de un experto, que lo expondrá y transmitirá de una manera más acertada de lo que yo lo pueda dado mi reciente contacto con el tango.

Entre todo el caos de parejas que hormiguean la pista (europeas flácidas con zapatos de tango comprados para la ocasión, individuos con tirantes y atractivas mujeres con las que todos querían bailar) destacaba, muy de lejos, El Maestro. Un hombre mayor, estiloso, perfectamente trajeado que no paró de bailar ni un momento, salvo por el descanso que se tomó llegadas ciertas horas... (se echó una siesta en una de las mesas sin ningún pudor.)

El Maestro elegía una presa (todas en el fondo estaban deseando que se lo pidieran), la poseía, la hipnotizaba y enseguida ella adoptaba su ritmo, ritmo lento, muy, muy lento, ¡llegando incluso a bailar parado! Bailaba con el alma, no con los pies. Es por eso que sale nítido en la foto. Superlativo, máximo. Qué grande el viejo.

Cuando la música paraba, también paraban el resto de parejas, pero no él. ¡Cómo parar! Él era superior a la música, su maestría está por encima de todo eso. Él continuaba entre canción y canción con la mirada perpetua en el pecho de su joven acompañante.

Cuando se cansaba, paraba el movimiento del todo, ofrecía el brazo a la hembra para que fuera asido, la acompañaba a su asiento y, en un gesto de ser superior, extendía el brazo y con la mano señalaba la silla dando a decir "vuelve a tu asiento, ya he acabado contigo". Dicen que, aunque no sientas afinidad con la pareja de baile, debes aguantar al menos tres tangos, por cortesía. Él las despachaba en el primero muchas de las veces, porque es así de chulo.

Después volvía al ataque con otra, otra y otra así hasta haber complacido a media sala de baile. A las feas no, a esas no las saca a bailar NADIE.

Es el rey, es mi ídolo. Yo de mayor quiero ser como él.