15 de marzo de 2008

Donde se cuenta lo que dio de sí el día en Maupiti y otras cosas que son dignas de saberse.

Aquí comienza uno de esos días que rozan la perfección y y uno siente que ha alcanzado la felicidad plena.

Kristen, Teo y yo tomamos un barco desde Bora Bora a la tranquila isla de Maupiti, donde nos espera Sophie.

Realmente es una isla paradisíaca que nada tiene que ver con Bora Bora, pues la principal característica es la tranquilidad. Aquí no hay resorts ni cosas de esa calaña. La gente es local y turistas los que menos. Cuando digo gente local, me refiero a fisonomías polinesias, que es sabido son corpulentos en exceso.


Alquilamos unas bicicletas que mira tú ... ¡no tienen frenos! Nunca vi cosa similar, para frenar hay que hacerlo regulando los pedales, cosa nada fácil. Kristen solía usar pequeños cocoteros que no dudaba en atropellar para detenerse. Risas mil.

Y cuando veíamos un lugar exótico, paramos para darnos un baño. El lagoon de Maupiti es muy poco profundo y uno puede alcanzar otras islas andando.

Aquí Sophie, Kristen y Teo posando.

¿Conté que Teo tiene en mente visitar todos los países del mundo? ¿Conté que además quiere hacerlo antes de los 30 años, cosa que nadie ha conseguido aún? Es un tanto absurdo coleccionar países, pero desde luego es envidiable y le deseo lo mejor. Peculiar viajero, tremendamente correcto y educado, muy al estilo inglés, cosa que se agradece en muchas ocasiones. En la foto está junto mi osito viajero, que comparte idéntica empresa. ¿Quién lo conseguirá antes?

Despedida de Sophie, que se quedará unos días por estos lares. Nosotros volvemos a Bora Bora. ¡Hasta pronto, Sophie!

En el barco conocí a Uve, este simpático doctor austríaco que tiene muy bien montado su negocio de medicina, pudiendo tomarse largas y frecuentes vacaciones. Sus últimos destinos han sido todo islas paradisíacas de mares diversos. Doctor, ¿por qué me tiene que contar usted lo maligno y fatal que es el denge o la malaria? Me metió un poco de miedo hablándome del dengue, la verdad. Prefiero no saberlo, se vive mejor.

Uno llega realmente cansado después de no parar en todo el día. Reponemos fuerzas con un magnífico salmón. Nota: el salmón es cocinado por Teo (inglés) y supervisado por Kristen (americana). ¡No puede salir buena cosa de esta cocina! Je, je. Es broma, la verdad que para los medios que teníamos salió algo comestible.

Para terminar este infinito día, visitamos el más lujoso y elitista pub Bloddy Marys, que lo es por honores propios y por ser además el único de Bora Bora. Tuvimos que mentir y decir que nuestra intención era ir a cenar, para que nos llevaran gratuitamente.

El camarero no me cobró parte de los refrigerios ingeridos intencionadamente. ¿? Kristen dice que es porque el camarero se ha fijado en mi y le gusto. ¿¿?? ¡Que corra el aire!

El austríaco también se sumó a la fiesta y hay que decir que bebió demasiado y de un serio doctor pasó a ser el animador de la fiesta, llegando incluso a hacer autostop y parar un vehículo. Kristen también cogío una buena cogorza, tanto que la vuelta fue un tanto divertida-carambolesca-desordenada. Todos los demás disponen de vehículos privados que les llevan de vuelta a sus respectivos resorts. Nosotros somos de andar por casa, así que volvemos a las tantas de la madrugada andando por la única calle de Bora Bora, a unos kilómetros del alojamiento. Risas diez mil...

¿Acaba ya el día? No lo puedo creer. Cuando uno finalmente se tumba en la cama y piensa todo lo que se ha extendido este día se da cuenta de lo feliz que es y el sueño que está viviendo. En estos momento me alegro infinito de estar viajando y me considero muy afortunado por ello. Y mañana más de lo mismo, y al día siguiente más. Esto es un no parar. La vida es bella.

Bora Bora. Rosine Masson.

Caminando un poco más y excluyendo los consejos de un educado y simpático jóven religioso que me decía que no encontraría nada mejor ni más barato que donde él está (era un santón de Opus Dei o similar que aseguraba tener "amigos" de su organización en todo el mundo), seguí buscando sin mucho éxito por la isla. Finalmente encontré... ROSINE MASSON.

A primera vista parece un lugar cutre, cutrísimo. Ay, madre, dónde me voy a meter esta vez... El lugar más barato de Bora Bora, en dormitorio compartido. Pero enseguida apareció el "efecto Lenin", es decir, que el lugar va tomando carisma y uno se encariña de él hasta tal punto que no se quiere marchar. Cada vez le parece mejor y mejor. ¡Y qué suerte tuve! En primer lugar porque descubrí que fue la auténtica casa del conocido pintor Joan Massón, ya fallecido. Todo un lujo habitar y dormir en el mismo y exacto punto donde él pintaba y estar rodeado de sus originales cuadros.

Aquí Joan Massón pintando, exactamente en lo que ahora es el dormitorio.

La cocina, con fotos del pintor y su familia.

Y la terraza, a orillas del mar. Ideal para inspirarse. Todo con un aire antiguo a la vez que sencillo. Contrasta enormemente con los bungalows que se ven a lo lejos. Desde luego un lugar ideal para vivir.

Matine Massón, la hija del pintor. Una encantadora y dulce mujer realmente singular que me atendió estupendamente. ¡No dejes de pintar, Matine! El hermano sí continuó con la afición de su padre y hoy día es un reconocido pintor de nombre Enmanuel Massón.

Y sólo hay tres plazas en el dormitorio. Suerte tuve de encontrar un hueco.


Y más suerte aún de encontrar dos estupendíiiiiiisimas compañeras de habitación: Kristen, de EEUU, fotógrafa submarina, muy viajera y ahora residente en Islas Cook y Sophie, de Francia, bella, elegante e inquieta viajera que no está dando la vuelta al mundo sino un tour du monde.

Entretenidas y vailosas charlas tuvimos, y es que las tardes de las islas del Pacífico son realmente eternas.

Al día siguiente Sophie será sustituida por Teo, de Reino Unido, pero eso pertenece a otro capítulo.

Bora Bora.


(Foto de Google)

Aquí Bora Bora, aquí el lugar más exclusivo. ¡Bienvenidos ricos y famosos! Traed la cartera llena y sed ostentosos, que podréis dejar bien a gusto gran parte de sus (infinitas) cuentas corrientes. Venid en yates o helicópteros para ser más importantes, vosotros que podéis. En este rincón del Pacífico nadie os encontrará.

Lo más conocido de Bora Bora son, sin duda, los bungalows sobre el agua, imagen que todo el mundo conoce y asocia a esta privilegiada isla.

Yo no soy rico, pero aquí estoy, atraído por la belleza de esta isla, que dicen tiene el lagoon más bonito del mundo. Pues habrá que verlo, ¿no?

Y bonito es, por supuesto, aunque si tengo que elegir, me quedo con total seguridad con Aitutaki, por varias razones: Aitutaki es una isla mucho más pequeña que Bora Bora, menos pisada por el turismo, precios infinitamente más bajos y un lagoon donde cubre muy poco en todas partes. El de Bora Bora sin duda alberga un gran mar dentro, con zonas muy profundas. Puede que, desde el aire, las zonas más y menos profundas combinen mejor estéticamente para dar unas tonalidades más exóticas. En Bora Bora hay mucho vehículo y los precios son directamente prohibitivos.

La verdad que tenía ilusión por pasar una noche en un bungalow on the water. Me había marcado un tope de 500 euros por una noche; un día es un día o, mejor dicho, una noche es una noche. Cuando pregunté en el hotel Intercontinental Bora Bora, que es normalito y donde el lujo no salta a la vista, me di cuenta que, por primera vez en el viaje, el dinero ha sido una limitación. El bungalow más cutre y barato cuesta 700 euros por noche. Uno normal ronda los 1800 euros. Por esa cantidad estaría muy a gusto un tiempo indefinido en Asia, y bien a gusto. Y eso en este hotel, si uno va a St. Regis o Sofitel, esos que salen en las postales y donde acuden Naomi Campbell, Julio Iglesias o Eddie Murphy, tienen suites que llegan a los 50000 euros por noche. ¡Qué barbaridad!

Y no sólo los bungalows sobre el agua, el resto de alojamientos son realmente carísimos de la muerte, no bajan de 50 euros y son realmente malos. ¿Dónde voy a dormir? Lo contaré en la siguente entrega.

Aquí el hotel Bora Bora, el primero construido allá en los años sesentas y el que más estrellas aloja. Paseando por la playa encontré un letrero de dicho hotel que decía algo así como playa privada, pero en francés que no quise entender. ¿Playa privada? Sí, aquí cada super resort tiene su propia playa y casi no queda ninguna pública. Nada, sigamos caminando y obviemos el cartel.

Tras un rato más de paseo playero, llegué a un lugar donde el camino se acabó y, para atajar, intenté atravesar el hotel. Juas... ¡es un laberinto de bungalows dentro! Los jardineros y la gente del servicio me saludaban muy cortésmente pensando que estaba allí alojado. Yo por supuesto respondía bonjour sin vacilar para no despertar sospecha. Pero no fue tan fácil porque la salida no aparecía por ningún lado. Tras pasar varias veces por el mismo sitio (qué verguenza), finalmente tuve que preguntar, aun a riesgo de hacer pensar que era tonto del todo por no saber encontrar la majestuosa entrada, que para mí era salida. Esto de no ser rico no mola nada.

En fin, a disfrutar que para eso está hecha Bora Bora.

Malditos chinos...

Pekín lanza un ultimátum a los manifestantes de Tíbet tras los graves disturbios.

Las autoridades chinas han dado un plazo de 48 horas para rendirse a los manifestantes de la capital tibetana, donde se han registrado los peores episodios de violencia desde 1989muerte de diez civiles, según ha reconocido el Gobierno de Pekín. Los grupos de tibetanos en el exilio, sin embargo, elevan la cifra de muertes confirmadas a 30, aunque señalan que la cifra podría ser superior al centenar.

Leer más aquí:
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/03/15/internacional/1205588601.html

Pobres tibetanos. Chinos, dejad de incordiar tanto. Chinos malos. ¿Cómo podríamos diezmarlos? Sería lo mejor por la cuenta que nos trae.