27 de marzo de 2008

Buenos Aires. La Boca.

Habrá que ir al barrio de La Boca, el más peligroso de la ya de por sí peligrosa ciudad de Buenos Aires. Al preguntar en la recepción del hostel cómo ir enseguida se le encendieron los ojos a la chica que proporcionó la información: "PERO NO SALGAN DE LA CALLE EL CAMINITO. NO SALGAN". Caray, que cosas... Ser atracado es lo menos que te puede pasar si decides dar un paseo tan alegremente por La Boca; acabar "cortado" es muy probable si te sales de dicha calle, como nos cuenta así pasó a un par de turistas que omitieron el consejo el otro día. ¿Cortado? Suena muy mal acabar cortado.

Es un barrio que da miedo, sí. Alex y yo acudimos allí, sin nada que pueda ser robado, con lo puesto, a ver las típicas y de sobra conocidas casas de colores.


Muy pintorescas, sí.


Y por supuesto no puede faltar el tango, un baile tremendamente sensual que se baila con pasión, y con alguna que otra pose que hace abrir los ojos un poco más.

Toda una pena no saber bailarlo, ya mirarlo hace disfrutar infinito. Ni qué decir tiene que el tango es una experiencia sexual más que un simple baile.

Buenos Aires. Recortes.

Por tercera vez el viaje de Alex y el mío se encuentran, tiempo y afinidad.

Estaremos juntos unos cuantos días en esta ciudad que nos ha atrapado, queramos o no. Para empezar, Amaya, una española que ha perdido su acento para adoptar el argentino, mucho más elevado, nos invita a su cumpleaños, donde la carne roba protagonismo a la tarta.


Invitados variados, alguno de ellos un auténtico filósofo/psicólogo, como es habitual en los argentinos. Otro, el italiano con el que hablo en la foto, mucho más ridículo. Si alguna vez querés recibir burlas y carcajadas sobre vos de todos los presentes, no tenés más que afirmar rotundamente que tu país es el mejor del mundo. Así lo hizo el pobre boludo, comenzando con "Italia tiene la mejor comida" (risas), "Italia es campeón del mundo" (risas, risas). "¿Acaso no son argumentos para demostrar que es el mejor país? Y también tenemos al Papa" (por los suelos todo el mundo, riéndonos a su costa). "Ale, sí, el Papa para ti todo..." Respondió alguien sacando a la luz a Maradona para contrarrestar al papa del italiano.

Otro día no pudo faltar la visita a un restaurante conocido, de nombre Siga la Vaca. Si bien día tras día la dieta se ha tornado en un sin parar de carne a todas horas. Es lo que tiene Argentina, el país de la carne. Calidad y precios ridículos en muchas ocasiones. No es posible venir aquí y ser vegetariano al mismo tiempo.

La especialidad reina, el bife de chorizo.

Pobres vacas. Qué ricas están las vacas. Pobres vacas.

Alex y yo salimos del restaurante apenas sin poder caminar. Tuvimos que parar momentáneamente en un banco para coger fuerzas y visitar el casino. ¡Y qué casino! Dos casinos, dos casinos flotantes. ¡Ohhh!

En otra ocasión visitamos el cementerio de La Recoleta, un lugar fascinante donde están enterrados destacados personajes. Más que enterrados, diría expuestos en lujosos mausoleos absurdamente ostentosos y caros. No puedo ni imaginar cómo alguien en su sano juicio puede despilfarrar la cantidad de pesos que deben costar estas construcciones. No hay duda que se trata de personas orgullosas.
La sensación, al caminar por dentro, es de presenciar una competición por quién construye su panteón más alto.

Buenos Aires querido.

A bordo de mi último vuelo con LAN, con miedo al despegar por el terrible viento de ese día en Ushuaia. El resto de pasajeros estaba tan estaba tan tranquilos, yo no. Llegué a Buenos Aires con una intención de estar allí días mil.

Aquí Buenos Aires, vastísima ciudad como no he visto otra. Enorme, descomunal urbe con calles que llegan a los 14.000 números. Ver para creer. Habitantes también tiene; ahora 12 millones.

Tremandamente parecida a España en muchos aspectos, si bien es algo más sucia, más activa, más cultural, más cercana y mucho más auténtica. Su gente me encanta, ya hablaré de ellos en otro momento. Supongo que tarde o temprano les visitará la oscura sombra de la globalización, esa que dificulta el camino a las originales cafeterías de siempre e impone un ritmo absurdamente rápido a las calles, y a los viandantes también.

El punto negro es, sin duda, la delincuencia, que aquí alcanza cotas ya desorbitadas. Es mejor no poner la televisión y no escuchar noticias repetitivas: robos con violencia atroz, secuestros, asesinatos, etc. "Doña XXXX salió de su casa para visitar a los sobrinos, fue asaltada, se resistió y acabó muerta", es un titular típico.
Si no fuera por ello, Buenos Aires sería una ciudad ejemplar.

Y que no falte Quilmes aquí y allá, potentísimo icono de Argentina.