La entrada cuesta 2,5 euros y visto el panorama, decidí no entrar, de hecho apenas saqué una foto a los templos. ¿Cómo es posible que esta gente venga a China y no vea las cosas auténticas del país y sin embargo gaste su tiempo escuchando a un guía que les dice quién y cuándo fue construído el altar, bla, bla, bla??? Me di la vuelta y continué viendo mas callejuelas.
Aún siguen en pie los hutongs, aunque cada vez menos. El lugar donde duermo esta situado en unos de ellos. Aunque no es de los antiguos sigue siendo muy auténtico. La calle me encanta, ya he pasado mil veces por ella y no me canso: siempre la familia de la lavandería, al lado un grupo jugando a las cartas y un anciano chino con cejas enormes jugando al ajedrez chino. Debe ganar siempre porque nadie le levanta de la silla. Las chinitas de los restaurantes que frecuento me saludan al pasar y el hombre de un estanco me llama "my friend!" cuando me ve porque un día le compré unos chicles.
Y es que así a lo tonto ya llevo 16 dias en Beijing, y muy a gusto.
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